Dennis Lehane (Boston, 1965) es conocido como uno de los grandes de la novela negra norteamericana. Entre sus obras destacan algunas que han sido adaptadas al cine con mucha fortuna: Shutter Island (Martin Scorsese, 2010), Mystic River (Clint Eastwood, 2003), Adiós pequeña, adiós (Ben Affleck, 2007). También había trabajado como guionista en series como Boardwalk Empire, The wire o El visitante. Encerrado como el diablo es su proyecto más personal, en el que se ha involucrado como creador, productor y guionista único, curiosamente a partir de un texto ajeno: la biografía de un playboy condenado por narcotráfico, que intenta reducir su pena colaborando con la policía.
Taron Egerton (Kingsman, Rocketman) y Paul Walter Hausel (Richard Jewell, Yo, Tonya) están formidables, a pesar de que al guion le falta hondura y complejidad para hacer verosímil una relación de amistad tan peculiar. La música del grupo escocés Mogwai (conocido especialmente por su trabajo excepcional en Gomorra), y la fotografía de la primeriza Natalie Kingston generan una atmósfera tenebrosa con contrapuntos de belleza al recordar a las víctimas del asesino. Sin embargo, la serie quiere mantener un tono distante a lo Mindhunter (David Fincher, 2017-2019) que termina por perjudicarle. Igualmente, el guion de Lehanne permite algunos diálogos especialmente detallistas y morbosos que no favorecen más que la primariedad en el retrato psicológico de los protagonistas.
La abundancia de series, documentales y películas sobre asesinos en serie hace que una ficción como Encerrado con el diablo resulte decepcionante. Por poner algunos ejemplos, las docuserie de HBO max, The Jinx y Dolores: La verdad sobre el caso Wanninkhof, o las ficciones de Netflix, Manhunt: Unabomber y Creedme, resultan mucho más sugerentes.
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