La vida de los policías debe ser bastante más aburrida que lo que nos muestran el cine y la televisión, pero al menos en series como ésta, lo que se cuenta resulta creíble. El contexto es fundamental. Malmo no es la capital sueca, pero sí que es una gran ciudad nórdica, con sus ventajas e inconvenientes. La policía no suele tocar los mejor de la sociedad, sino más bien lo disfuncional, algo que genera innumerables conflictos dramáticos.
En los personajes hay una naturalidad muy bien interpretada, con espacio para la vulnerabilidad y los errores de cálculo lógicos en un trabajo tan exigente que requiere decisiones urgentes en problemas muy delicados. La delgada línea azul mantiene la cámara en la mejor posición para que el espectador se mueva con libertad y pueda juzgar cada una de las situaciones.
El equilibrio entre el ritmo de la trama y el desarrollo de personajes es muy meritorio. El guion mide muy bien el metraje de cada episodio de las dos primeras temporadas, y la sensación es que la serie todavía tiene posibilidades de seguir creciendo.
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