Eran las ocho de la tarde del penúltimo día del pasado Festival de San Sebastián. Después de casi una semana y una treintena de títulos me dirigía al Teatro Principal a ver la primera serie de Alauda Ruiz de Azúa, directora de la película Cinco lobitos. Cuatro horas después salía de la sala muy sorprendido de lo que había visto. Con una temática tan volcánica, la directora hace una serie que desborda sutileza y matices. Con tanto debate polarizado sobre la polémica ley del «Solo sí es sí» de Irene Montero, «Querer» es un monumento al arte de interpretar, sugerir y tratar al espectador con inteligencia y sensibilidad.
Una de las decisiones más acertadas del guion de esta serie es su capacidad para sembrar dudas en el espectador y hacer que juzgue por sí mismo. Con la selección de un caso de abusos tan peculiar y las primeras reacciones que vemos en los personajes más cercanos a Miren, la cineasta de Barakaldo (que dirige todos los capítulos y coescribe el guion con Eduard Sola y Júlia de Paz) adopta un tono inicialmente distante y contenido. Así comienza un desarrollo que se define en el título de cada uno de los capítulos según avanza la serie: Querer. Mentir. Juzgar. Perder.
Nagore Aranburu construye una protagonista que perfila al resto de personajes y guia a espectador en una de las interpretaciones más destacables que recuerdo en los últimos años. Su voz, sus gestos, su mirada, son esenciales para Pedro Casablanc, Miguel Bernardeu e Iván Pellicer que igualmente aquilatan sus personajes.
La elegancia y hondura en los retratos de cada personaje se rompe en momentos puntuales, con una crudeza que en un par de momentos resulta excesiva. Son escenas que, teniendo un significado dramático dentro de la historia para explicar como el consentimiento sexual, el amor y la violencia pueden confundirse con demasiada facilidad, podrían haber sido tratados con una mayor consideración para el espectador y los actores. Especialmente porque el peso dramático de los gestos, las palabras y silencios de sus personajes a lo largo de toda la serie es brillante en su semántica poliédrica. Tanto en el juicio como en situaciones diseñadas con mucha habilidad, cada uno de ellos va evolucionando de una manera que no deja de sorprender y dinamizar un relato que en ningún momento parece entretenerse en aspectos que no resulten esenciales y sugerentes.
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