Que el creador de esta serie sea el joven actor y guionista británico Richard Graad, uno de los escritores habituales de la comedia Sex Education de Netflix no es ninguna casualidad. Mi reno de peluche se basa en una historia real, pero tiene un ADN reconocible a primera vista. Sus personajes se mueven en una galaxia muy cercana a la de Sex Education, con dialogos y situaciones de una pretendida naturalidad deshinbida.
La serie se ha convertido en una de las más mediáticas de los últimos meses, con comentarios impactados en redes sociales de espectadores que reconocían su crudeza y poder de adicción. Este relato del acoso de una mujer obsesiva a un monogolista sin éxito busca ser transgresor y rebasar todos los límites. Y lo consigue. La historia tiene giros ingeniosos y diálogos vivos, además de dos personajes que empiezan generando una empatía universal, pero que terminan tomando decisiones más provocadas por el morbo que por el afecto verdadero.
La combinación de edición y música es muy atractiva, y los dos actores protagonistas desbordan espontaneidad, pero la intriga se vuelve demasiado reiterativa en el carácter enfermizo y pulsional de la relación. Se queda fuera de esta manera una historia de carencias afectivas y psicológicas que queda sin resolver, y que bien merecería una serie de Netflix dispuesta a abordar la salud mental y su relación con la hipersexualidad actual.
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