Brie Larson ganó el Oscar en 2016 con apenas 27 años en una gran interpretación de madre secuestrada en La habitación, después de destacar en Las vidas de Grace en 2013. Desde entonces no ha conseguido personajes a esa altura, y ha repetido una y otra vez el de Capitana Marvel, una superheroína bastante descafeinada. Cocina con química aspiraba a ser la serie con la que esta actriz volviese a desarrollar su talento inicial, pero no ha sido así.
La serie tiene una puesta en escena de buen gusto y presupuesto generoso. La historia pretende hacer un recorrido dramático y sociológico de una época, con el inicio del feminismo y la incorporación de la mujer a determinadas profesiones a las que no solía acceder. El guion lo firma Susanah Grant, que venía de escribir la notable Creedme, y que tenía en su trayectoria libretos protagonizados por mujeres coraje tan importantes como el de Erin Brockovich. La dirección es de la joven Sarah Adina Smith, que había generado bastante indiferencia con la serie de acción Hanna, de Amazon Prime.
Cocina con química se ve con agrado, pero también con distancia. En buena parte porque la protagonista es tan buena profesional como poco empática. En principio, este personaje tenía que evolucionar con la trama romántica, pero ésta no tiene la magia y el ingenio necesario para que la serie despegue. Hay una química peculiar entre los dos personajes, antagónicos y atractivos a la vez, pero también hay demasiado lugar común en el proceso. Los ocho capítulos se hacen demasiado largos, especialmente los primeros, en los que hay muchos minutos de relleno. En definitiva, una serie aséptica e higiénica (con excepción del retrato desagradable y primario del obispo), que se queda muy lejos de lo que prometía.
Claudio Sánchez
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